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Marcelaren hausnarketa - La reflexión de Marcela

Corre por mi cabeza, desde hace tiempo, la necesidad de hablar de una realidad que me causa impotencia y preocupación. Se trata de una realidad ignorada por muchos, manipulada por los medios y muy dolorosa y angustiosa para aquellas personas que la viven. Me gustaría exponerla y quizás remover algo dentro de cada persona, algo que nos saque del aletargamiento que vivimos cada día y que no nos deja ver más allá de nuestras pantallas.

Quiero hablaros de la migración de cientos de miles de personas, que se ven obligadas a dejar atrás su casa, su gente, su vida… Personas que con una manta bajo el brazo y la esperanza de quien no tiene nada más que perder, emprenden un viaje lleno de obstáculos y sufrimiento para llegar a la tierra prometida, un lugar donde podrán vivir hasta que sus casas dejen de ser destrozadas, su gente maltratada y sus vidas ignoradas. Y estas personas expulsadas de sus casas, cansadas por el largo viaje y doloridas por los obstáculos que han saltado, llegan a una tierra que poco tiene que ver con esa que vislumbraban con esperanza. Son repudiadas, maltratadas, menospreciadas y, sobretodo, olvidadas por el resto del mundo, un mundo que lo único que busca es su propio beneficio y comodidad.

La gente ‘al mando’ (gobiernos, empresas, etc.), que previamente ha colaborado en la expulsión de estas personas, lleva a cabo medidas de aislamiento, medidas genocidas, para que estas personas no puedan entrar en esa tierra prometida.

Os preguntaréis cómo son nuestros gobiernos o empresas parte de razón de la migración de cientos de miles de personas. Pues bien, esta colaboración se basa en la fabricación y exportación de armas a los principales países en guerra, al constante uso de la fuerza para echar a la gente de lugares con alto potencial económico (hacer presas, sacar petróleo, etc.) y al claro despotismo que mantiene a flote la organización de esta sociedad y de la riqueza.

Así pues, me niego a seguir agachada mirando mi pantalla y permitiendo que hablen y lleven a cabo estas medidas tan poco humanas en mi nombre. Me niego a mantenerme callada asumiendo esta realidad sin pronunciar mi claro desacuerdo. No quiero acordarme de estas personas únicamente durante la media hora que dura el telediario. Por esta razón os escribo, porque YO NO QUIERO SER PARTE DEL SUFRIMIENTO DE CIENTOS DE MILES DE PERSONAS.

Marcela Loy Martínez.

4 de noviembre de 2017


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